AVANCE
N° 2
“EL
FETICHISMO DE LA MERCANCIA Y LA
COSIFICACION DE LAS RELACIONES HUMANAS”
Tal como lo reseñamos en la
anterior entrega, presentamos la sistematización de la lectura
interpretativa-comprensiva, aplicando las orientaciones educativas y didácticas
que hemos sugerido como técnicas de estudio:
A .- Lectura global,
B.- Subrayado,
C.-Fichaje,
D.-Resumen interpretativo.
A continuación, el subrayado
de la lectura asignada:
Carlos Marx. El capital: Crítica de la Economía
Política, Tomo I. México: Fondo de Cultura Económica. “El fetichismo de la mercancía, y su
secreto”
“Las formas que convierten a los productos del
trabajo en mercancías y que, como es natural, presuponen la circulación de
éstas, poseen ya la firmeza de formas naturales de la vida social antes de
que los hombres se esfuercen por explicarse, no el carácter histórico de estas
formas, que consideran ya algo inmutable, sino su contenido. Así se
comprende que fuese simplemente el análisis de los precios de las mercancías lo
que llevó a los hombres a investigar la determinación de la magnitud del valor,
y la expresión colectiva en dinero de las mercancías lo que les movió a fijar
su carácter valorativo. Pero esta forma acabada del mundo de las
mercancías –la forma dinero –, lejos de revelar el carácter social de los
trabajos privados y, por tanto, las relaciones sociales entre los productores
privados, lo que hace es encubrirlas. Si digo que la levita, las botas,
etc., se refieren al lienzo como a la materialización general de trabajo humano
abstracto, enseguida salta a la vista lo absurdo de este modo de expresarse. Y
sin embargo, cuando los productores de levitas, botas, etc., refieren estas
mercancías al lienzo –o al oro y la plata, que para el caso es lo mismo – como equivalente
general, refieren sus trabajos privados al trabajo social colectivo bajo la
misma forma absurda y disparatada. Estas formas son precisamente las que
constituyen las categorías de la economía burguesa. Son formas mentales
aceptadas por la sociedad, y por tanto objetivas, en que se expresan las condiciones
de producción de este régimen social de producción históricamente dado que es
la producción de mercancías. Por eso, todo el misticismo del mundo de
las mercancías, todo el encanto y el misterio que nimban los productos del
trabajo basados en la producción de mercancías se esfuman tan pronto como los
desplazamos a otras formas de producción. Y ya que la economía política
gusta tanto de las robinsonadas, 32 observemos ante todo a Robinson en su isla.
Pese a su innata sobriedad, Robinson tiene forzosamente que satisfacer toda una
serie de necesidades que se le presentan, y esto le obliga a ejecutar diversos
trabajos útiles: fabrica herramientas, construye muebles, domestica llamas,
pesca, caza etc. Y no hablamos del rezar y de otras cosas por el estilo, pues
nuestro Robinson se divierte con ello y considera esas tareas como un goce. A
pesar de toda la diversidad de sus funciones productivas, él sabe que no son
más que diversas formas o modalidades del mismo Robinson, es decir, diversas
manifestaciones de trabajo humano . El mismo agobio en que vive le obliga a
distribuir minuciosamente el tiempo entre sus diversas funciones. El que unas
ocupan más sitio y otras menos, dentro de su actividad total, depende de las
dificultades mayores o menores que tiene que vencer para alcanzar el resultado
útil apetecido. La experiencia se lo enseña así, y nuestro Robinson que ha
logrado salvar del naufragio reloj, libro de cuentas, tinta y pluma, se
apresura, como buen inglés, a contabilizar su vida. En su inventario figura una
relación de los objetos útiles que posee, de las diversas operaciones que
reclama su producción y finalmente del tiempo de trabajo que exige, por término
medio, la elaboración de determinadas cantidades de estos diversos productos.
Tan claras y tan sencillas son las relaciones que median entre Robinson y los
objetos que forman su riqueza, riqueza salida de sus propias manos, que hasta
un señor M. Wirth podría comprenderlas sin estrujar mucho el caletre. Y, sin
embargo, en esas relaciones se contienen ya todos los factores sustanciales del
valor. Trasladémonos ahora de la luminosa isla de Robinson a la tenebrosa Edad
Media europea. Aquí, el hombre independiente ha desaparecido; todo el mundo
vive sojuzgado: siervos y señores de la gleba, vasallos y señores feudales,
seglares y eclesiásticos. La sujeción personal caracteriza, en esta época, así
las condiciones sociales de la producción material como las relaciones de vida
cimentadas sobre ella. Pero, precisamente por tratarse de una sociedad
basada en los vínculos personales de sujeción, no es necesario que los trabajos
y los productos revistan en ella una forma fantástica distinta de su realidad.
Aquí, los trabajos y los productos se incorporan al engranaje social como
servicios y prestaciones. Lo que constituye la forma directamente social del
trabajo es la forma natural de éste, su carácter concreto, y no su carácter
general, como en el régimen de producción de mercancías. El trabajo del
vasallo se mide por el tiempo, ni más ni menos que el trabajo productivo de
mercancías, pero el siervo sabe perfectamente que es una determinada cantidad
de su fuerza personal de trabajo la que invierte al servicio de su señor. El
diezmo abonado al clérigo es harto más claro que las bendiciones de éste. Por
tanto, cualquiera que sea el juicio que nos merezcan los papeles que aquí
representan unos hombres frente a otros, el hecho es que las relaciones
sociales de las personas en sus trabajos se revelan como relaciones personales
suyas, sin disfrazarse de relaciones sociales entre las cosas, entre los
productos de su trabajo. Para estudiar
el trabajo común, es decir, directamente socializado, no necesitamos
remontarnos a la forma primitiva del trabajo colectivo que se alza en los
umbrales históricos de todos los pueblos civilizados. 33 La industria rural y
patriarcal de una familia campesina, de esas que producen trigo, ganado,
hilados, lienzo, prendas de vestir, etc., para sus propias necesidades, nos
brinda un ejemplo mucho más al alcance de la mano. Todos esos artículos
producidos por ella representan para la familia otros tantos productos de su
trabajo familiar, pero no guardan entre sí relación de mercancías. Los diversos
trabajos que engendran estos productos, la agricultura y la ganadería, el
hilar, el tejer y el cortar, etc., son, por su forma natural, funciones
sociales, puesto que son funciones de una familia en cuyo seno reina una
división propia y elemental del trabajo, ni más ni menos que en la producción
de mercancías. Las diferencias de sexo y edad y las condiciones naturales del
trabajo, que cambian al cambiar las estaciones del año, regulan la distribución
de esas funciones dentro de la familia y el tiempo que los individuos que la
componen han de trabajar. Pero aquí, el gasto de las fuerzas individuales de
trabajo, graduado por su duración en el tiempo, reviste la forma lógica y
natural de un trabajo determinado socialmente, ya que en este régimen las
fuerzas individuales de trabajo sólo actúan de por sí corno órganos de la
fuerza colectiva de trabajo de la familia. Finalmente, imaginémonos, para
variar, una asociación de hombres libres que trabajen con medios colectivos de
producción y que desplieguen sus numerosas fuerzas individuales de trabajo, con
plena conciencia de lo que hacen, como una gran fuerza de trabajo social. En
esta sociedad se repetirán todas las normas que presiden el trabajo de un
Robinson, pero con carácter social y no individual. Los productos de Robinson
eran todos producto personal y exclusivo suyo, y por tanto objetos directamente
destinados a su uso. El producto colectivo de la asociación a que nos referimos
es un producto social . Una parte de este producto vuelve a prestar servicio
bajo la forma de medios de producción. Sigue siendo social. Otra parte es
consumida por los individuos asociados, bajo forma de medios de vida. Debe, por
tanto, ser distribuida. El carácter de esta distribución variará según el
carácter especial del propio organismo social de producción y con arreglo al
nivel histórico de los productores. Partiremos, sin embargo, aunque sólo sea
a título de paralelo con el régimen de producción de mercancías, del supuesto
de que la participación asignada a cada productor en los medios de vida depende
de su tiempo de trabajo . En estas condiciones, el tiempo de trabajo representaría,
como se ve, una doble función. Su distribución con arreglo a un plan social
servirá para regular la proporción adecuada entre las diversas funciones del
trabajo y las distintas necesidades. De otra parte y simultáneamente, el tiempo
de trabajo serviría para graduar la parte individual del productor en el
trabajo colectivo y, por tanto, en la parte del producto también colectivo
destinada al consumo. Como se ve, aquí las relaciones sociales de los hombres
con su trabajo y los productos de su trabajo son perfectamente claras y
sencillas, tanto en lo tocante a la producción como en lo que se refiere a la
distribución. Para una sociedad de productores de mercancías, cuyo régimen
social de producción consiste en comportarse respecto a sus productos como
mercancías , es decir como valores , y en relacionar sus trabajos privados,
revestidos de esta forma material , como modalidades del mismo trabajo humano ,
la forma de religión más adecuada es, indudablemente, el cristianismo , con su
culto del hombre abstracto, sobre todo en su modalidad burguesa, bajo la forma
de protestantismo, deísmo, etc. En los sistemas de producción de la antigua
Asia y de otros países de la Antigüedad, la transformación del producto en
mercancía, y por tanto la existencia del hombre como productor de mercancías,
desempeña un papel secundario, aunque va cobrando un relieve cada vez más
acusado a medida que aquellas comunidades se acercan a su fase de muerte.
Sólo enquistados en los intersticios del mundo antiguo, como los dioses de Epicuro
o los judíos en los poros de la sociedad polaca, nos encontramos con verdaderos
pueblos comerciales. Aquellos antiguos organismos sociales de producción
son extraordinariamente más sencillos y más claros que el mundo burgués, pero
se basan, bien en el carácter rudimentario del hombre ideal, que aún no se ha
desprendido del cordón umbilical de su enlace natural con otros seres de la
misma especie, bien en un régimen directo de señorío y esclavitud. Están
condicionados por un bajo nivel de progreso de las fuerzas productivas del
trabajo y por la natural falta de desarrollo del hombre dentro de su proceso
material de producción de vida, y, por tanto, de unos hombres con otros y
frente a la naturaleza. Esta timidez real se refleja de un modo ideal en las religiones
naturales y populares de los antiguos. El reflejo religioso del mundo real
sólo podrá desaparecer para siempre cuando las condiciones de la vida diaria,
laboriosa y activa, representen para los hombres relaciones claras y racionales
entre si y respecto a la naturaleza. La forma del proceso social de vida, o lo
que es lo mismo, del proceso material de producción, sólo se despojará de su
halo místico cuando ese proceso sea obra de hombres libremente socializados y
puesta bajo su mando consciente y racional. Mas, para ello, la sociedad
necesitará contar con una base material o con una serie de condiciones
materiales de existencia, que son, a su vez, fruto natural de una larga y
penosa evolución. La economía política ha analizado, indudablemente, aunque de
un modo imperfecto, 34 el concepto del valor y su magnitud, descubriendo el
contenido que se escondía bajo estas formas. Pero no se le ha ocurrido
preguntarse siquiera por qué este contenido reviste aquella forma, es decir,
por qué el trabajo toma cuerpo en el valor y por qué la medida del trabajo
según el tiempo de su duración se traduce en la magnitud de valor del producto
del trabajo. 35 Trátase de fórmulas que llevan estampado en la frente su
estigma de fórmulas propias de un régimen de sociedad en que es el proceso de
producción el que manda sobre el hombre, y no éste sobre el proceso de
producción; pero la conciencia burguesa de esa sociedad las considera como algo
necesario por naturaleza, lógico y evidente como el propio trabajo productivo.
Por eso, para ella, las formas pre-burguesas del organismo social de producción
son algo así como lo que para los padres de la Iglesia, v. gr., las religiones
anteriores a Cristo. 36 Hasta
qué punto el fetichismo adherido al mundo de las mercancías, o sea la
apariencia material de las condiciones sociales del trabajo, empaña la mirada
de no pocos economistas, lo prueba entre otras cosas esa aburrida y necia
discusión acerca del papel de la naturaleza en la formación del valor de
cambio. El valor de cambio no es más que una determinada manera social de
expresar el trabajo invertido en un objeto y no puede, por tanto, contener
materia alguna natural, como no puede contenerla, v. gr., la cotización
cambiaria. La forma mercancía es la forma más general y rudimentaria de
la producción burguesa, razón por la cual aparece en la escena histórica muy
pronto, aunque no con el carácter predominante y peculiar que hoy día tiene;
por eso su fetichismo parece relativamente fácil de analizar. Pero al asumir
formas mas concretas, se borra hasta esta apariencia de sencillez. ¿De dónde
provienen las ilusiones del sistema monetario? El sistema monetario no veía en
el oro y la plata, considerados como dinero, manifestaciones de un régimen
social de producción, sino objetos naturales dotados de virtudes sociales
maravillosas. Y los economistas modernos, que miran tan por encima del hombro
al sistema monetario ¿no caen también, ostensiblemente, en el vicio del
fetichismo, tan pronto corno tratan del capital? ¿Acaso hace tanto tiempo que
se ha desvanecido la ilusión fisiocrática de que la renta del suelo brotaba de
la tierra, y no de la sociedad? Pero no nos adelantemos y limitémonos a
poner aquí un ejemplo referente a la propia forma de las mercancías. Si
éstas pudiesen hablar, dirían: es posible que nuestro valor de uso interese al
hombre, pero el valor de uso no es atributo material nuestro. Lo inherente a
nosotras, como tales cosas , es nuestro valor. Nuestras propias relaciones
de mercancías lo demuestran. Nosotras sólo nos relacionamos las unas con las
otras como valores de cambio. Oigamos ahora cómo habla el economista,
leyendo en el alma de la mercancía: el valor (valor de cambio) es un atributo
de las cosas, la riqueza (valor de uso) un atributo del hombre. El valor,
considerado en este sentido, implica necesariamente el cambio; la riqueza, no.
37 “La riqueza (valor de uso) es atributo del hombre; el valor, atributo de las
mercancías. Un hombre o una sociedad son ricos; una perla o un diamante son
valiosos... Una perla o un diamante encierran valor como tal perla o diamante.
”38 Hasta hoy, ningún químico ha logrado descubrir valor de cambio en el
diamante o en la perla. Sin embargo, los descubridores económicos de esta
sustancia química, jactándose de su gran sagacidad crítica, entienden que el
valor de uso de las cosas es independiente de sus cualidades materiales y, en
cambio, su valor inherente a ellas. Y en esta opinión los confirma la
peregrina circunstancia de que el hombre realiza el valor de uso de las cosas
sin cambio, en un plano de relaciones directas con ellas, mientras que el valor
sólo se realiza mediante el cambio, es decir, en un proceso social . Oyendo
esto, se acuerda uno de aquel buen Dogberry, cuando le decía a Seacoal, el
sereno: “La traza y la figura las dan las circunstancias, pero el saber leer y
escribir es un don de la naturaleza.”
Ficha 1
“…Pero esta forma acabada
del mundo de las mercancías –la forma dinero –, lejos de revelar el carácter
social de los trabajos privados y, por tanto, las relaciones sociales entre los
productores privados, lo que hace es encubrirlas…”
Ficha 2
“... Y sin embargo, cuando
los productores de levitas, botas, etc., refieren estas mercancías al lienzo –o
al oro y la plata, que para el caso es lo mismo – como equivalente general,
refieren sus trabajos privados al trabajo social colectivo bajo la misma forma
absurda y disparatada. Estas formas son precisamente las que constituyen las
categorías de la economía burguesa. Son formas mentales aceptadas por la
sociedad, y por tanto objetivas, en que se expresan las condiciones de
producción de este régimen social de producción históricamente dado que es la
producción de mercancías. Por eso, todo el misticismo del mundo de las mercancías,
todo el encanto y el misterio que nimban los productos del trabajo basados en
la producción de mercancías se esfuman tan pronto como los desplazamos a otras
formas de producción…La forma del proceso social de vida, o lo que es lo mismo,
del proceso material de producción, sólo se despojará de su halo místico cuando
ese proceso sea obra de hombres libremente socializados y puesta bajo su mando
consciente y racional…”
Ficha 3
“…La economía política ha analizado,
indudablemente, aunque de un modo imperfecto, 34 el concepto del valor y su
magnitud, descubriendo el contenido que se escondía bajo estas formas. Pero no
se le ha ocurrido preguntarse siquiera por qué este contenido reviste aquella
forma, es decir, por qué el trabajo toma cuerpo en el valor y por qué la medida
del trabajo según el tiempo de su duración se traduce en la magnitud de valor
del producto del trabajo. Trátase de fórmulas que llevan estampado en la frente
su estigma de fórmulas propias de un régimen de sociedad en que es el proceso
de producción el que manda sobre el hombre, y no éste sobre el proceso de
producción; pero la conciencia burguesa de esa sociedad las considera como algo
necesario por naturaleza, lógico y evidente como el propio trabajo productivo…”
Ficha 4
“…Hasta qué punto el
fetichismo adherido al mundo de las mercancías, o sea la apariencia material de
las condiciones sociales del trabajo, empaña la mirada de no pocos economistas,
lo prueba entre otras cosas esa aburrida y necia discusión acerca del papel de
la naturaleza en la formación del valor de cambio. El valor de cambio no es más
que una determinada manera social de expresar el trabajo invertido en un objeto
y no puede, por tanto, contener materia alguna natural, como no puede
contenerla, v. gr., la cotización cambiaria. La
forma mercancía es la forma más general y rudimentaria de la producción
burguesa, razón por la cual aparece en la escena histórica muy pronto, aunque
no con el carácter predominante y peculiar que hoy día tiene; por eso su
fetichismo parece relativamente fácil de analizar. Pero al asumir formas más
concretas, se borra hasta esta apariencia de sencillez. ¿De dónde provienen las
ilusiones del sistema monetario? El sistema monetario no veía en el oro y la
plata, considerados como dinero, manifestaciones de un régimen social de
producción, sino objetos naturales dotados de virtudes sociales maravillosas. Y
los economistas modernos, que miran tan por encima del hombro al sistema
monetario ¿no caen también, ostensiblemente, en el vicio del fetichismo, tan
pronto corno tratan del capital? ¿Acaso hace tanto tiempo que se ha desvanecido
la ilusión fisiocrática de que la renta del suelo brotaba de la tierra, y no de
la sociedad?...”
RESUMEN
INTERPRETATIVO
1.- El
dinero como forma acabada de mercancía
encubre las relaciones sociales.
2.- La economía burguesa no ha podido dar
cuenta del proceso de valorización, ya
que lo asume como natural, sin considerar como el proceso de producción manda
sobre el hombre, convirtiendo el trabajo en cosa.
3.- El
fetichismo de la mercancía, la apariencia empaña la mirada de no pocos
economistas. La forma mercancía es la forma más general y rudimentaria de la
producción burguesa, por eso su fetichismo parece relativamente fácil de
analizar. Pero al asumir formas más concretas, se borra hasta esta apariencia
de sencillez.
4.- El
equivalente general (dinero, oro, plata) refieren al trabajo social colectivo
en una forma absurda, disparatada. Estas son formas que adopta la economía
burguesa. Todo este misticismo, su encanto y misterio se esfuma cuando se pasa
a otras formas de producción. La producción se despojará de su halo místico
cuando sea obra de hombres libremente socializados, actuando de una manera
consciente.
LECTURA COMPLEMENTARIA
Esta lectura complementaria
tiene entre sus propósitos hacer un
reconocimiento del marxista ruso Isaak Illich Rubin, quien en los años 20
escribió un ensayo sobre la teoría del valor, cuando en la URSS se instauraba
un enfoque que legitimó el empleo de las categorías mercantiles en el proceso
de transición, tal como fue asumido en la Nueva Política Económica (NEP). Rubin
fue acusado de “idealista”, “subjetivo”, siendo encarcelado como contrarrevolucionario
y finalmente desaparecido por el régimen stalinista.
Ensayos
sobre la teoría marxista del valor
Edicion Pasado y presente.Argentina.1974
“Primera
parte: Teoría marxista del fetichismo de la mercancía
“…La teoría del fetichismo
es, per se , la base de todo el sistema económica de Marx, y en particular de
su teoría del valor.
¿En qué consiste la
teoría marxista del fetichismo, según las ideas generalmente aceptadas?
Consiste en que Marx vio las relaciones humanas que subyacen en las relaciones
entre las cosas, que reveló la ilusión en la conciencia humana que se originan
en una economía mercantil y que asigna a las cosas características que tienen
su origen en las relaciones sociales que establecen los hombres en el proceso
de la producción. “Incapaz de comprender que la asociación de los hombres que
trabajan en su batalla con la naturaleza, es decir, las relaciones sociales
entre los hombres, se expresan en el intercambio, el fetichismo de la mercancía
considera la intercambiabilidad de las mercancías como una propiedad interna,
natural de las mercancías mismas. En otras palabras, lo que es en realidad una
relación entre hombres, aparece como una relación entre cosas, dentro
del contexto del fetichismo de la mercancía” 6. “Las características que
habían parecido misteriosas porque no se explicaban sobre la base delas
relaciones entre los productores, se asignaban a la esencia natural de las
mercancías. Así como el fetichista asigna características a su fetiche que no
surgen de su naturaleza, así también el economista burgués considera la
mercancía como una cosa sensorial que posee propiedades extrasensoriales” 7. La
teoría del fetichismo disipa de la mente de los hombres la ilusión, el
grandioso engaño, que origina la apariencia de los fenómenos en la economía
mercantil, y la aceptación de la apariencia (el movimiento de las cosas, de las
mercancías y de su precio comercial) como la esencia de los fenómenos
económicos. Sin embargo, esta interpretación, aunque generalmente aceptada en
la literatura marxista, no agota, ni mucho menos el rico contenido de la teoría
del fetichismo elaborada por Marx. Éste no sólo muestra que las
relaciones humanas quedan veladas por las relaciones entre las cosas, sino
también que, en la economía mercantil, las relaciones sociales adoptan la forma
de cosas y no pueden ser expresadas sino mediante cosas. La estructura de la
economía mercantil hace que las cosas desempeñen un papel social particular y
muy importante, y de este modo adquieren propiedades sociales particulares.
Marx descubrió las bases económicas objetivas que rigen el fetichismo de la
mercancía. La ilusión y el error en la mente de los hombre transforma las
categorías económicas cosificadas en “formas objetivas” (de pensamiento) de las
relaciones de producción de un modo de producción históricamente determinado:
la producción de mercancías (C., I, p. 38) 8.
“III.
Cosificación de las relaciones sociales de producción entre los hombres y
personificación de cosas
Como hemos visto, en la
sociedad mercantil-capitalista los individuos aislados se relacionan
directamente entre sí por determinadas relaciones de producción, no como
miembros de la sociedad, no como personas que ocupan un lugar en el proceso
social de la producción, sino como propietarios de determinadas cosas, como
“representantes sociales” de diferentes factores de producción. El capitalista
es “simplemente capital personificado” (C., III, pp. 758 y 763). “En el terrateniente
se personifica la tierra, una de las condiciones esenciales de la producción”
(C., III, pp. 758 y 763). Esta “personificación”, en la cual los críticos de
Marx ven algo incomprensible y hasta místico 13 indica un fenómeno muy real: la
dependencia de las relaciones de producción entre las personas de la forma
social de las cosas (factores de producción) que les pertenecen y que son
personificadas por ellas. Si cierta persona entra en una relación de producción
directa con otras, como propietaria de ciertas cosas, entonces una cosa
determinada, independiente de quien la posea, permite a su propietario ocupar
un lugar determinado en el sistema de relaciones de producción.
Puesto que la posesión de cosas es una
condición necesaria para el establecimiento de relaciones de producción,
parece que la cosa misma posee la capacidad, la virtud , de establecer
relaciones de producción. Si la cosa dada brinda a su propietario la
posibilidad de entrar en relaciones de cambio con cualquier con cualquier otro
propietario de mercancía, entonces la cosa posee la especial virtud del de
la intercambiabilidad, tiene “valor”. Si la cosa dada vincula a dos
propietarios de mercancías, uno de los cuales es un capitalista y el otro un
trabajador asalariado, entonces la cosa no sólo es un “valor”, sino que también
es “capital”. Si el capitalista entra en una relación de producción con un
terrateniente, entonces el valor, el dinero que da al terrateniente y mediante
cuya transferencia entra en el vínculo de la producción, representa la “renta”.
El dinero pagado por el capitalista industrial al capitalista financiero por el
uso de capital prestado por este último, recibe el nombre de “interés”. Todo
tipo de relación de producción entre personas
da una “virtud social”, “una forma social” específica a las cosas
mediante las cuales determinadas personas entran en relaciones de producción
directas . La cosa dada, además de servir como valor de uso, como objeto material
con determinadas propiedades que hacen de ella un bien de consumo o un medio de
producción, esto es, además de cumplir una función técnica en el proceso de la
producción material, también cumple la función social de vincular personas.
Así, en la sociedad mercantil-capitalista, las personas entran en relaciones de
producción directas exclusivamente como propietarios de mercancías, como
propietarios de cosas . Por otra parte, como resultado de esto, las cosas
adquieren características sociales particulares, una forma social particular.
“Las cualidades sociales del trabajador” adquieren “carácter material”, y los
objetos, “caracteres sociales”. (C., I, p. 54). En lugar de “relaciones
sociales directas entre individuos que trabajan”, como las que se establecen en
una sociedad con una economía organizada, aquí observamos “ relaciones
materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas ” (C., I p.
38). Aquí vemos dos propiedades de la economía mercantil: “Personificación
de las cosas y... materialización de las relaciones de producción en entidades
[relaciones entre las cosas]” (C., III, p. 768), “la materialización de las
determinaciones sociales de la producción y la personificación de sus
fundamentos materiales”. Por “materialización de las relaciones de producción”
entre las personas Marx entendía el proceso por el cual determinadas relaciones
de producción entre personas (por ejemplo, entre capitalistas y obreros)
asignan determinada forma social, o determinadas características sociales a las
cosas mediante las cuales las personas se relacionan entre sí ( por ejemplo, la
forma social del capital). Por “personificación de las cosas” Marx entendía
el proceso por el cual la existencia de cosas con determinada forma social, por
ejemplo, el capital, permite a su propietario aparecer en la forma de un
capitalista y entrar en relaciones de producción concretas con otras personas.
A primera vista ambos procesos pueden parecer mutuamente excluyentes. Por
una parte, la forma social de las cosas es tratada como el resultado de las
relaciones de producción entre las personas. Por la otra, las mismas relaciones
de producción se establecen entre las personas sólo en presencia de cosas con
una forma social específica.
“…Esta “cristalización”
de las formas sociales conducen a la “cristalización” de las formas sociales
correspondientes entre cosas. La forma social dada es “aferrada”, fijada a una
cosa, preservada dentro de ella aun cuando las relaciones de producción entre
personas se interrumpan. Sólo a partir de este momento es posible fechar la
aparición de la categoría material dada como separada de las relaciones de
producción entre personas de las cuales surgió y a las cuales, a su vez,
afecta. El “valor” aparece convertirse en una propiedad de la cosa con la que
entra en el proceso de intercambio y que la cosa conserva cuando lo abandona.
Lo mismo es cierto para el dinero, el capital y otras formas sociales de las
cosas. Siendo consecuencias del proceso de producción, se convierten en sus
requisitos. A partir de este punto la forma social dada del producto del
trabajo no sólo sirve como “expresión” de determinado tipo de relaciones de
producción entre los hombres, sino también como su “portadora”. La presencia de
una cosa con una determinada forma social en manos de una cierta persona, la
induce a entrar en determinadas relaciones de producción, y le infunde su
particular carácter social. “La cosificación de las relaciones sociales de
producción” entre personas se complementa ahora con la “personificación de
cosas”. La forma social del producto del trabajo, siendo el resultado de
innumerables transacciones entre productores de mercancías, se convierte en un
poderoso medio para ejercer presión sobre la motivación de los productores
individuales de mercancías, obligándolos a adaptar su conducta a los tipos
dominantes de relaciones de producción entre personas de esa sociedad . La
influencia de la sociedad sobre el individuo se realiza a través de la forma
social de las cosas.
“… Todo tipo de relación de
producción que sea característico de una economía mercantil-capitalista
atribuye una forma social capitalista a las cosas por las cuales y mediante las
cuales las personas entran en esa relación. Esto conduce a la “cosificación” o
“cristalización” de las relaciones de producción entre las personas. La cosa
que está implicada en una determinada relación entre personas y que tiene una
forma social correspondiente mantiene esta forma aunque la relación de
producción dada concreta y particular se interrumpa . Sólo entonces la relación
de producción entre las personas puede considerarse verdaderamente “cosificada”,
es decir, “cristalizada” en la forma de una propiedad de la cosa, propiedad que
parece pertenecer a la cosa misma y estar separada de la relación de
producción. Puesto que las cosas se presentan con una determinada forma social
fija, comienzan a su vez a influir sobre las personas, a moldear sus
motivaciones e inducirlas a establecer relaciones de producción concretas entre
sí. Al poseer la forma social de “capital”, las cosas hacen de su propietario
un “capitalista” y determinan de antemano las relaciones de producción
concretas que se establecerán entre él y otros miembros de la sociedad. Parece
como si el carácter social de las cosas determinase el carácter social de su
propietario. Así, se realiza la “personificación de las cosas”. De
este modo, el capitalista brilla con la luz refleja de su capital, pero esto
sólo es posible porque él, a su vez, refleja un tipo determinado de relación de
producción entre personas. Como resultado de ello, los individuos quedan
incluidos en el tipo dominante de relaciones de producción . La forma social de
las cosas condiciona los vínculos de producción individuales entre personas
particulares sólo porque la forma social misma es una expresión de vínculos de
producción sociales . La forma social de las cosas aparece como una condición
del proceso de producción que se da de antemano, ya creada y permanentemente
fija, sólo porque aparece como el resultado congelado, cristalizado, de un
proceso social de producción dinámico, en constante flujo y cambio. De este
modo, la aparente contradicción entre la “cosificación de las personas” y la
“personificación de las cosas” se resuelve en el proceso dialéctico e ininterrumpido de la reproducción. Esta
aparente contradicción se da entre la determinación de la forma social de las
cosas por las relaciones de producción entre las personas, y la determinación
de las relaciones de producción individuales entre personas por la forma social
de las cosas. De los dos aspectos del proceso de reproducción que hemos
mencionado sólo el segundo, “la personificación de las cosas”, aparece en la
superficie de la vida económica y puede ser observado directamente. Las cosas
aparecen bajo una forma social ya elaborada que influye sobre las motivaciones
y la conducta de los productores individuales. Este aspecto del problema se
refleja directamente en la psiquis de los individuos y puede ser observado de
manera directa. Es mucho más difícil rastrear el surgimiento de las formas
sociales de las cosas a partir de las relaciones de producción entre las
personas. Este aspecto del proceso, esto es, la “cosificación” de las
relaciones de producción entre las personas, es el resultado heterogéneo de una
masa de transacciones, de acciones humanas que se depositan unas sobre otras.
Es el resultado de un proceso social que se produce “a sus espaldas”, es decir,
un resultado no previsto de antemano como un fin. Sólo mediante un profundo
análisis histórico y socio- económico Marx logró explicar este aspecto del
proceso. Desde esta perspectiva, podemos comprender las diferencias que Marx
estableció a menudo entre “la apariencia exterior”, la “conexión externa”, la
“superficie de los fenómenos”, por un lado, y la “conexión interna”, la
“conexión oculta”, la “conexión inmanente”, la “esencia de las cosas”, por el
otro 16 . Marx reprochó a los economistas vulgares el limitarse a un análisis
del aspecto externo de un fenómeno. Reprochó a Adam Smith el oscilar entre
perspectivas “esotéricas” (internas) y “exotéricas” (externas). Se ha sostenido
que el significado de estas afirmaciones de Marx es muy oscuro. Los críticos de
Marx, aun lo más generosos, lo acusaron de hacer metafísica económica por su
deseo de explicar las conexiones ocultas entre los fenómenos. Los marxistas a
veces explicaron las afirmaciones de Marx en términos de su deseo de
diferenciar entre los métodos del empirismo tosco y la aislación abstracta 17 .
Pensamos que esta referencia al método de abstracción es indispensable, pero
demasiado inadecuada para caracterizar el método de Marx. No es esto lo que
tenía in mente cuando estableció una oposición entre las conexiones internas y
las externas de un fenómeno. El método de abstracción es común a Marx y a
muchos de sus predecesores, inclusive Ricardo. Pero fue Marx quien introdujo un
método sociológico en la economía política. Este método trata las categorías
materiales como reflejos de las relaciones sociales de producción entre los
hombres. Es en esta naturaleza social de las categorías materiales donde Marx
veía sus “conexiones internas”. Los economistas vulgares sólo estudian las
apariencias externas que son formas “enajenadas” de las relaciones económicas
(C., III, p. 757), esto es, la forma objetiva, ya elaborada, de las cosas, sin
captar su carácter social. Ven en el proceso de la “personificación” de las
cosas que se produce en la superficie de la vida económica, pero no tienen idea
alguna del proceso de “cosificación de las relaciones de producción” entre las
personas. Consideran las categorías materiales como dadas, como “condiciones”
ya existentes del proceso de producción que afectan los motivos de los
productores y que se expresan en su conciencia; no examinan el carácter de esas
categorías materiales como resultado del proceso social. Ignoran los procesos
internos sociales, y se restringen a la “conexión externa entre las cosas, tal
como esta conexión aparece en la competencia. En ésta, pues, todo aparece
trastocado, y siempre se presenta en forma invertida” 18 . Así, las relaciones
de producción entre las personas parecen depender de las formas sociales de las
cosas, y no al revés. Los economistas vulgares no comprenden que el proceso de
“personificación de las cosas” sólo puede ser comprendido como resultado del
proceso de “cosificación de las relaciones de producción entre las personas”, y
consideran las características sociales de las cosas (el valor, el dinero, el
capital, etc.) como características naturales que pertenecen a las cosas mismas.
El valor, el dinero, etc., no son considerados como expresiones de relaciones
humanas “vinculadas” a las cosas, sino como las características directas de las
cosas mismas, características técnico-naturales de las cosas. Esta es la causa
del fetichismo de la mercancía que caracteriza el pensamiento de los
participantes en la producción, que se hallan limitados por el horizonte de la
economía capitalista. Esta es la causa de la “materialización de las relaciones
sociales, [de] el entrelazamiento directo de las relaciones materiales de
producción con sus condiciones históricas” (C., III, p. 768). “Un elemento de
la producción [es] representado por una determinada forma social y
entremezclado con ella” ( Ibíd., p. 755). “La sustantivación formal de estas
condiciones de trabajo frente al trabajo, la forma específica de esta
sustantivación que las condiciones de trabajo revisten frente al trabajo
asalariado, aparecerá así como una cualidad inseparable de ellas en cuanto
cosas, en cuanto condiciones materiales de producción, como un carácter
inmanente a ellas, necesariamente asociado a ellas como elementos de
producción. El carácter social que presentan en el proceso de producción
capitalista, carácter determinado por una época histórica de producción
capitalista, carácter determinado por una época histórica dada, se convierte
así en un carácter material innato a ellas, inherente a ellas por naturaleza y
para toda una eternidad, por decirlo así, como elemento del proceso de
producción (Ibíd ., III, p. 764) 19 . La transformación de las relaciones
sociales de producción en propiedades sociales “objetivas” de las cosas es un
fenómeno de la economía mercantil-capitalista y una consecuencia de las
conexiones distintivas entre el proceso de la producción material y el movimiento
de las relaciones de producción. El error de los economistas vulgares no reside
en el hecho que prestan atención a las formas materiales de la economía
capitalista, sino en que no ven su conexión con la forma social de la
producción y no las hacen derivar de esta forma social sino de las propiedades
naturales de las cosas. Los efectos de determinadas formas sociales del trabajo
se atribuyen a las cosas, a los productores de ese trabajo; la relación misma
se les presenta de una manera fantástica, bajo la forma de cosas. Hemos visto
que esta es una propiedad de específica de la producción de mercancías…Hodgskin
ve en esto una ilusión puramente subjetiva, detrás de la cual se ocultan los
engaños y los intereses de las clases explotadoras. No ve que la manera de
presentación es un resultado de la relación real misma, y que la relación no es
una expresión del modo de presentación sino a la inversa” ( Theorien über
den Mehrwert , t. III, pp. 354-355).
Ficha
1
“…La teoría del fetichismo
es, per se , la base de todo el sistema económica de Marx, y en particular de
su teoría del valor.
¿En qué consiste la teoría
marxista del fetichismo, según las ideas generalmente aceptadas? Consiste en
que Marx vio las relaciones humanas que subyacen en las relaciones entre las
cosas, que reveló la ilusión en la conciencia humana que se originan en una
economía mercantil y que asigna a las cosas características que tienen su
origen en las relaciones sociales que establecen los hombres en el proceso de
la producción. “Incapaz de comprender que la asociación de los hombres que
trabajan en su batalla con la naturaleza, es decir, las relaciones sociales
entre los hombres, se expresan en el intercambio, el fetichismo de la mercancía
considera la intercambiabilidad de las mercancías como una propiedad interna,
natural de las mercancías mismas…”
Ficha 2
“…En otras palabras, lo que
es en realidad una relación entre hombres, aparece como una relación entre
cosas, dentro del contexto del fetichismo de la mercancía” 6. “Las
características que habían parecido misteriosas porque no se explicaban sobre
la base delas relaciones entre los productores, se asignaban a la esencia
natural de las mercancías. Así como el fetichista asigna características a su
fetiche que no surgen de su naturaleza, así también el economista burgués
considera la mercancía como una cosa sensorial que posee propiedades extrasensoriales”
…”
Ficha 3
“…La teoría del fetichismo
disipa de la mente de los hombres la ilusión, el grandioso engaño, que origina
la apariencia de los fenómenos en la economía mercantil, y la aceptación de la
apariencia (el movimiento de las cosas, de las mercancías y de su precio comercial)
como la esencia de los fenómenos económicos. Sin embargo, esta interpretación,
aunque generalmente aceptada en la literatura marxista, no agota, ni mucho
menos el rico contenido de la teoría del fetichismo elaborada por Marx. Éste no
sólo muestra que las relaciones humanas quedan veladas por las relaciones entre
las cosas, sino también que, en la economía mercantil, las relaciones sociales
adoptan la forma de cosas y no pueden ser expresadas sino mediante cosas.
Ficha 4
“…Marx descubrió las bases
económicas objetivas que rigen el fetichismo de la mercancía. La ilusión y el
error en la mente de los hombre transforma las categorías económicas
cosificadas en “formas objetivas” (de pensamiento) de las relaciones de
producción de un modo de producción históricamente determinado: la producción
de mercancías (C., I, p. 38) 8.
Ficha 5
“…Así, en la sociedad
mercantil-capitalista, las personas entran en relaciones de producción directas
exclusivamente como propietarios de mercancías, como propietarios de cosas .
Por otra parte, como resultado de esto, las cosas adquieren características
sociales particulares, una forma social particular. “Las cualidades sociales
del trabajador” adquieren “carácter material”, y los objetos, “caracteres sociales”.
(C., I, p. 54). En lugar de “relaciones sociales directas entre individuos que
trabajan”, como las que se establecen en una sociedad con una economía
organizada, aquí observamos “ relaciones materiales entre personas y relaciones
sociales entre cosas ” (C., I p. 38).
Ficha 6
“…Esta “cristalización” de
las formas sociales conducen a la “cristalización” de las formas sociales
correspondientes entre cosas. La forma social dada es “aferrada”, fijada a una
cosa, preservada dentro de ella aun cuando las relaciones de producción entre
personas se interrumpan. Sólo a partir de este momento es posible fechar la
aparición de la categoría material dada como separada de las relaciones de
producción entre personas de las cuales surgió y a las cuales, a su vez,
afecta. El “valor” aparece convertirse en una propiedad de la cosa con la que
entra en el proceso de intercambio y que la cosa conserva cuando lo abandona.
Lo mismo es cierto para el dinero, el capital y otras formas sociales de las
cosas. Siendo consecuencias del proceso de producción, se convierten en sus
requisitos. A partir de este punto la forma social dada del producto del
trabajo no sólo sirve como “expresión” de determinado tipo de relaciones de
producción entre los hombres, sino también como su “portadora”. La presencia de
una cosa con una determinada forma social en manos de una cierta persona, la
induce a entrar en determinadas relaciones de producción, y le infunde su
particular carácter social. “La cosificación de las relaciones sociales de
producción” entre personas se complementa ahora con la “personificación de
cosas”…”
Ficha 7
“… Todo tipo de relación de
producción que sea característico de una economía mercantil-capitalista
atribuye una forma social capitalista a las cosas por las cuales y mediante las
cuales las personas entran en esa relación. Esto conduce a la “cosificación” o
“cristalización” de las relaciones de producción entre las personas. La cosa
que está implicada en una determinada relación entre personas y que tiene una
forma social correspondiente mantiene esta forma aunque la relación de
producción dada concreta y particular se interrumpa . Sólo entonces la relación
de producción entre las personas puede considerarse verdaderamente
“cosificada”, es decir, “cristalizada” en la forma de una propiedad de la cosa,
propiedad que parece pertenecer a la cosa misma y estar separada de la relación
de producción...”
Ficha 8
“…De los dos aspectos del
proceso de reproducción que hemos mencionado sólo el segundo, “la
personificación de las cosas”, aparece en la superficie de la vida económica y
puede ser observado directamente. Las cosas aparecen bajo una forma social ya
elaborada que influye sobre las motivaciones y la conducta de los productores
individuales. Este aspecto del problema se refleja directamente en la psiquis
de los individuos y puede ser observado de manera directa. Es mucho más difícil
rastrear el surgimiento de las formas sociales de las cosas a partir de las
relaciones de producción entre las personas. Este aspecto del proceso, esto es,
la “cosificación” de las relaciones de producción entre las personas, es el
resultado heterogéneo de una masa de transacciones, de acciones humanas que se
depositan unas sobre otras. Es el resultado de un proceso social que se produce
“a sus espaldas”, es decir, un resultado no previsto de antemano como un fin.
Sólo mediante un profundo análisis histórico y socio- económico Marx logró
explicar este aspecto del proceso. Desde esta perspectiva, podemos comprender
las diferencias que Marx estableció a menudo entre “la apariencia exterior”, la
“conexión externa”, la “superficie de los fenómenos”, por un lado, y la
“conexión interna”, la “conexión oculta”, la “conexión inmanente”, la “esencia
de las cosas”, por el otro 16 . Marx reprochó a los economistas vulgares el
limitarse a un análisis del aspecto externo de un fenómeno. Reprochó a Adam
Smith el oscilar entre perspectivas “esotéricas” (internas) y “exotéricas”
(externas).
Ficha 9
”. Los economistas vulgares
sólo estudian las apariencias externas que son formas “enajenadas” de las
relaciones económicas (C., III, p. 757), esto es, la forma objetiva, ya
elaborada, de las cosas, sin captar su carácter social. Ven en el proceso de la
“personificación” de las cosas que se produce en la superficie de la vida
económica, pero no tienen idea alguna del proceso de “cosificación de las
relaciones de producción” entre las personas. Consideran las categorías materiales
como dadas, como “condiciones” ya existentes del proceso de producción que
afectan los motivos de los productores y que se expresan en su conciencia; no
examinan el carácter de esas categorías materiales como resultado del proceso
social. Ignoran los procesos internos sociales, y se restringen a la “conexión
externa entre las cosas, tal como esta conexión aparece en la competencia. En
ésta, pues, todo aparece trastocado, y siempre se presenta en forma invertida”
18 . Así, las relaciones de producción entre las personas parecen depender de
las formas sociales de las cosas, y no al revés…”
Ficha 10
“… Los economistas vulgares
no comprenden que el proceso de “personificación de las cosas” sólo puede ser
comprendido como resultado del proceso de “cosificación de las relaciones de
producción entre las personas”, y consideran las características sociales de
las cosas (el valor, el dinero, el capital, etc.) como características
naturales que pertenecen a las cosas mismas. El valor, el dinero, etc., no son
considerados como expresiones de relaciones humanas “vinculadas” a las cosas,
sino como las características directas de las cosas mismas, características
técnico-naturales de las cosas. Esta es la causa del fetichismo de la mercancía
que caracteriza el pensamiento de los participantes en la producción, que se
hallan limitados por el horizonte de la economía capitalista…”
Ficha 11
. El error de los
economistas vulgares no reside en el hecho que prestan atención a las formas
materiales de la economía capitalista, sino en que no ven su conexión con la
forma social de la producción y no las hacen derivar de esta forma social sino
de las propiedades naturales de las cosas. Los efectos de determinadas formas
sociales del trabajo se atribuyen a las cosas, a los productores de ese
trabajo; la relación misma se les presenta de una manera fantástica, bajo la
forma de cosas. Hemos visto que esta es una propiedad de específica de la
producción de mercancías…Hodgskin ve en esto una ilusión puramente subjetiva,
detrás de la cual se ocultan los engaños y los intereses de las clases
explotadoras.
RESUMEN
INTERPRETATIVO
1.- La teoría del fetichismo
en la base de la crítica de la economía política marxista y consiste en que Marx
descubrió las relaciones que subyacen en la mercancía y su misticismo consiste
en que en su intercambio, que posee como sustento las relaciones sociales,
estas son asumidas como una propiedad interna suya, como algo natural de la mercancía.
2.- Lo que es una relación
entre los hombres aparecen como una relación entre cosas, su misterio viene
dado porque se adscribe una condición natural a lo que es resultado de la
relación social entre productores. Esto conduce a la
“cosificación” de las relaciones de producción entre las personas. Se trata de la “cosificación” o “cristalización” de las
relaciones de producción entre las personas que se presenta con la forma de una propiedad de la cosa,
propiedad que parece pertenecer a la cosa misma.
3.- Marx
descubrió las bases económicas objetivas que rigen el fetichismo de la mercancía
y estableció como iluso y erróneo en la mente de los hombre, transformar las
categorías económicas cosificadas en “formas objetivas”.
4.- En la sociedad
mercantil-capitalista, las personas entran en relaciones de producción directas
exclusivamente como propietarios de mercancías, como propietarios de cosas Esta
“cristalización” de las formas sociales conducen a la “cristalización” de las
formas sociales correspondientes entre cosas. La forma social dada es
“aferrada”, fijada a una cosa, preservada dentro de ella … Lo mismo es cierto
para el dinero, el capital y otras formas sociales de las cosas.
5.- Es difícil rastrear el
surgimiento de las formas sociales de las cosas a partir de las relaciones de
producción entre las personas. Este aspecto del proceso, esto es, la
“cosificación” de las relaciones de producción entre las personas, es el
resultado heterogéneo de una masa de transacciones, de acciones humanas que se
depositan unas sobre otras. Sólo mediante un profundo análisis histórico y
socio- económico Marx logró explicar este aspecto del proceso. Desde esta
perspectiva, podemos comprender las diferencias que Marx estableció a menudo
entre “la apariencia exterior”, la “conexión externa”, la “superficie de los
fenómenos”, por un lado, y la “conexión interna”, la “conexión oculta”, la
“conexión inmanente”, la “esencia de las cosas”.
6. Los
economistas vulgares sólo estudian las apariencias externas que son formas
“enajenadas” de las relaciones económicas, esto es, la forma objetiva, ya
elaborada, de las cosas, sin captar su carácter social. Ven en el proceso de la
“personificación” de las cosas que se produce en la superficie de la vida
económica, pero no tienen idea alguna del proceso de “cosificación de las
relaciones de producción” entre las personas. Este error no reside
en el hecho que prestan atención a las formas materiales de la economía
capitalista, sino en que no ven su conexión con la forma social de la
producción y no las hacen derivar de esta forma social sino de las propiedades
naturales de las cosas, la relación misma se les presenta de una manera fantástica,
bajo la forma de cosas, esto es una ilusión puramente subjetiva, detrás de la
cual se ocultan los engaños y los intereses de las clases explotadoras.
LECTURA
COMPLEMENTARIA SOBRE LA CRÍTICA DEL FETICHISMO EN LA EPISTEMOLOGIA MARXISTA
Considerando la importancia
de la crítica epistemológica hecha por Marx a los economistas burgueses,
particularmente el empleo de categorías aparienciales y mistificadoras de la
lógica del capital (como enmascaramiento de las relaciones de producción, la
explotación del trabajo y su conversión ganancia) vamos a reseñar otro ensayo donde se recoge una lectura de
otros textos marxistas donde se denuncia
el encubrimiento del dominio del capital
Carlos Lanz Rodríguez “LA RECONVERSIÓN INDUSTRIAL EN EL NUEVO
MODELO DE ACUMULACIÓN”. Ediciones Primera Línea. Caracas. Octubre 1990.
“Desde las lecturas sobre la
obra marxista realizada en los años de prisión en el Cuartel San Carlos (1976-1984) he venido suscribiendo los aportes de la crítica de la economía política,
particularmente, la ruptura de Marx con lo que él denominó la “economía vulgar”
o de sentido común..
Hacen varias décadas
elaboramos un ensayo con esta crítica marxista y hoy la reseñamos de nuevo por su vigencia
teórica e histórica.
A.-
El capital como fetichismo que encubre la génesis de la riqueza social.
Uno de los principales
rasgos del proceso de mistificación del capital se encuentra en el hecho de que
el trabajo vivo (la fuerza de trabajo del obrero, su energía física y psíquica)
se presenta como fuerza propia del capital. El trabajo muerto o trabajo
pretérito (cristalizado en los medios de producción y en el dinero, pero que ha
sido precedido por una "acumulación originaria" de capital fundada en
el pillaje, la extorsión, la usura, la guerra, etc.) en manos del burgués se
enfrenta al trabajo vivo como capital, a pesar de que en su génesis está el
trabajo no pagado. En tal sentido, el capital como relación social (no como
"cosa") no es más que trabajo objetivado, pero sin embargo, aparece
como si él portara una cualidad "ontológica" que le permite crear por
si sólo la riqueza, autovalorizarse.
Al respecto dice Marx en los
GRUNDRlSSE:
"El capital está
realizado ahora no sólo como valor que se reproduce a si mismo y por tanto se
auto perpetua, sino como valor que pone valor. A través de la absorción en sí
mismo del tiempo de trabajo vivo, por un lado, y del movimiento de la
circulación que le es propio (en el cual el movimiento del intercambio resulta
puesto como el suyo propio, como proceso inmediato del trabajo objetivado) se
comporta consigo mismo como lo que pone nuevo valor.
El capital se comporta ante
la plusvalía como si fuera él su fundamento, como si lo hubiera
creado,(...)"( ²)[...] el proceso de producción inmediato toma la forma
del poder productivo del capital, que ya no puede reconocerse como el poder
productivo del trabajo
Para Marx este proceso donde el capital
aparece como el "valor que pone valor" está signado por una
Inversión: el predicado aparece como sujeto, es decir, el capital siendo
un producto de la plusvalía, (resultado del proceso de valorización donde el
obrero restituye el valor del salario y produce trabajo excedente) aparece como
el factor generador del proceso.
De allí que Marx también
señale en EL CAPITAL lo siguiente:
"(...) De este modo la
extorsión de trabajo sobrante pierde su carácter específico; su relación
especifica con la plusvalía se oscurece, y a facilitar este resultado
contribuye, como se puso de manifiesto en el Libro I, IV, el hecho de que el
valor de la fuerza de trabajo se exponga bajo la forma de salario. La
relación del capital se mistifica al presentar a todas sus partes por igual
como valor remanente (ganancia).
El modo como la plusvalía se
convierte en la forma de ganancia mediante la transición a través _ de la cuota
de ganancia, no es sino la prolongación de la inversión sujeto y objeto operada
ya durante el proceso de producción. De allí veíamos como todas las fuerzas
productivas del trabajo se presentaban como fuerzas productivas del capital
(...) Y esta relación invertida hace surgir necesariamente, ya en el
plano de las simples relaciones de producción: una idea invertida
congruente, una conciencia transpuesta, que los cambios y modificaciones
del verdadero proceso de circulación se encargan de desarrollar",
En estas líneas Marx señala
en primer lugar, como la extorsión del trabajo queda oscurecida en la relación
salarial. La especificidad de la explotación desaparece y se encubre la
relación capitalista a través de la inversión sujeto-objeto.
Esta relación invertida en
el proceso de circulación, hace surgir también una idea y una conciencia
invertida, es decir, para el "sentido común" que aparece en la superficie es que toda
ganancia es un valor remanente que surge en el intercambio, ficción ésta que el
proceso de circulación se encarga de desarrollar.
Abundando en esta última
cuestión, Marx dice:
"(...)Pero como la
concurrencia, y por tanto, en la conciencia de sus agentes, todo se presenta invertido,
también aparece invertida esta ley, es decir, esta conexión íntima y necesaria
entre dos cosas que aparentemente se contradicen(...) Todo esto responde a
un desconocimiento de lo que es la cuota general de ganancia y a la idea burda
de que los precios se determinan en realidad por el recargo de una cuota más o
menos arbitraria de ganancia sobre el valor de las mercancías. Pero estas
ideas, a pesar de lo burdas que son, brotan necesariamente de la inversión
que las leyes inmanentes de la producción capitalistas sufren dentro del
mundo de la concurrencia. "
Las ideas burdas que surgen
en el mercado, en la compra-venta de mercancías, hacen ver que la ganancia es
un recargo que se le hace al valor de los bienes, de tal forma que no hay
"rastros" de su verdadero origen.
En otro texto, TEORlA DE LA
PLUSVALIA, Marx establece un enlace entre el enfoque de la economía vulgar y el
proceso de mistificación del capital:
"Tal como los
economistas vulgares lo conciben, es pues, el interés y no la ganancia el que
brota como una plasmación de valor del capital de por si, de la mera propiedad
del capital, como una renta especifica derivada de éste. Desaparece todo resto
de intermediarios: es pues, el fetichismo completo (..)"
"Desde el punto de
vista de la economía vulgar, que pretende hacer pasar el capital como la fuente
sustantiva del valor, esta es una fórmula perfecta, una fórmula en que las
fuentes de la ganancia pierden toda fisonomía y en la que el resultado del
proceso capitalista reviste una existencia independiente, desligado
del proceso mismo (…)"
Ahora en otro nivel que ya
no son los precios o la ganancia, sino que es el interés, aparece de nuevo el
proceso de inversión: el interés brota del capital no se sabe por qué arte de
magia, como una renta derivada de si mismo, desapareciendo toda mediación con
la esfera de la producción, se trata de un fetichismo completo que le viene al
pelo a los agentes ideológicos de la burguesía: el capital es la fuente
sustantiva del valor, no hay por tanto explotación ni extorsión del trabajo,
sino que lo que existida seda un régimen de libertad, justicia e igualdad. La
ganancia se convierte en un premio a la libre iniciativa y al riesgo, una
especie de remuneración al ahorro y al esfuerzo personal del capitalista. De
allí que el fetichismo no sea tan inocente, y como veremos a continuación, tal
percepción de la economía está en sintonía con los intereses ideológicos de la
clase dominante.
b.-
Papel de las relaciones aparenciales en esta mistificación del capital.
Para Marx todo del proceso
que examinamos anteriormente está cruzado por un velo apariencial, siendo en
tal sentido una realidad que no es evidente a simple vista, no es transparente
a la percepción sensorial. Así encontramos el enmascaramiento de un
conjunto de relaciones: entre la extorsión del trabajo y el salario, entre la
plusvalía y la ganancia, entre la ganancia y el interés. Tales
encubrimientos nublan el tejido social e histórico de las relaciones de
producción capitalista.
Este proceso de
"mistificación" del capital tiene que ver con la supeditación del
análisis a la esfera de la circulación, de la distribución y el intercambio. En
esta superficie de la realidad económica no se puede encontrar más que
"apariencias", conduciendo a los capitalistas y sus agentes
ideológicos al más burdo empirismo:
"(…)esta confusión de los teóricos revela
mejor que nada como el capitalista práctico prisionero de la lucha de la competencia
e imposibilitado para ahondar en modo alguno debajo de la superficie de sus
fenómenos, tiene que sentirse incapaz para captar a través de las
apariencias la verdadera esencia interior y la estructura interna de este
proceso"
Ahora bien, en este caso no
tan sólo se trata de un obstáculo que confrontan los burgueses en el proceso de
conocimiento, sino que tal error, omisión o escamoteo epistemológico, es
funcional al interés de justificar la dominación, de legitimar el lucro y la
ganancia fundada en la explotación del trabajo. De tal forma que el hecho de
que no se trascienda la apariencia, el nivel del dato empírico, la
sacralización de la apariencia inmediata, no es un problema de
"neutralidad axiológica", de objetividad científica. Los intereses de
clase ocultan todo nexo o articulación del proceso de producción, y en tal
sentido existe un esfuerzo por:
- "que a nivel de la
fábrica, el proceso de trabajo sea concebido como un proceso
"natural" o como un hecho tecnológico, sin considerar su articulación
con el "proceso de valorización".
- que el salario siga
mistificando la relación entre el trabajo necesario y el trabajo excedente.
- que la mercancía haga
aparecer invertida la relación social, desapareciendo la distinción entre
trabajo abstracto y trabajo concreto.
- que el dinero y el interés
aparezcan automatizados, como dinero que crea dinero, y no como metamorfosis
del trabajo cristalizado, riqueza abstracta que es generada por el
trabajo"
Tal esfuerzo de
encubrimiento y de apología por parte de los agentes Ideológicos burgueses es
lo que justifica que nos veamos Inexcusablemente comprometidos a Investigar y
debatir con seriedad, develando tales relaciones aparenciales, pues de lo
contrario estaríamos bajo la supeditación de tales mistificaciones y por ende
ayudando en la preservación del dominio del capital, facilitándole su
legitimación ético-política.
E/Carlos Lanz Rodriguez
14 de Noviembre de 2014
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