Por medio del excelente
artículo del antropólogo David Price: “Anthropologies: the Army’s
take on culture”. (AnthroNow 3/8/10: 57-63), fue posible dar
lectura a un documento recientemente filtrado por el ejército de
Estados Unidos, Special forces advisor guide (Guía
para el asesor de las fuerzas especiales) que refleja, por un
lado, los alcances de dominio global injerencista de ese país
“operando” en la guerra sucia –versión Obama– ya en
75 naciones y, por el otro, la renovada influencia de conceptos y
conocimientos antropológicos –previamente adecuados y depurados a
las mentalidades castrenses– como un instrumento más al servicio
del complejo militar imperialista. Con toda razón, Price considera
la Guía..., sarcásticamente y parafraseando a Emily Post,
como “un manual de etiqueta de la contrainsurgencia” que, ¡oh
sorpresa, ¡ “advierte al personal militar de que el mundo entero
no es como Estados Unidos”.
Al igual que sus colegas
de la academia estadunidense que han denunciado la implicación de
antropólogos –encabezados por Montgomery McFate– como accesorios
útiles, o mercenarios intelectuales, en todas las unidades de
combate de las guerras de ocupación neocolonial en Iraq y
Afganistán, Price señala que el principal propósito de la Guía...
es instruir a los militares para interactuar mejor con otras
culturas como asesores, ocupantes o visitantes. El documento está
elaborado, asimismo, para evitar el shock cultural de frágiles
“boinas verdes”, quienes paradójicamente tienen el lema “De
oppreso liber” (“Para liberar a los oprimidos”), y que han
sido denunciados por más de medio siglo por practicar y enseñar
técnicas de tortura, asesinatos selectivos de prisioneros y
combatientes, contribuir en la matanzas de indígenas, entrenar
grupos paramilitares, etcétera, en los países llamados
eufemísticamente “naciones huéspedes”; esto es, regímenes
represivos en los que prestan sus servicios estos singulares
“asesores”.
Price especifica que la
Guía... se basa en la ya antigua, criticada y superada
corriente antropológica denominada “cultura y personalidad”, que
tuvo mucha influencia en los años de la Segunda Guerra Mundial y la
posguerra, cuando antropólogos como Ruth Benedict y Margaret Mead se
involucraron en estudios de “carácter nacional” para contribuir
a los esfuerzos bélicos de su país, reduciendo la complejidad de
naciones a rasgos simplificados y seudopsicológicos, que ignoraban
las variantes significativas entre individuos y sociedades.
La Guía... se
fundamenta también en el modelo de orientación de valores creado
por el antropólogo Florence Kluckhohn y el psicólogo Fred
Strodtbeck en los años 50 del siglo XX y basado en acartonadas
representaciones de estereotipos regionales culturales, a partir de
un supuesto núcleo básico de valores. Así, la compleja y
heterogénea realidad étnica, lingüística y cultural del mundo se
reduce en dicho documento a siete regiones culturales: “Norteamérica
y Europa (incluyendo Australia y Nueva Zelanda), Asia suroeste y
norte de África, América Central y Sudamérica (incluyendo México),
África subsahariana, el borde del Pacífico (excluyendo las
Américas), Rusia y las repúblicas independientes, y Oceanía (las
islas del Pacífico)”.
La hipótesis de Price es
que los militares adoptan modelos culturales inadecuados y criticados
por la academia debido a que éstos hacen eco confortablemente de sus
propias visiones del mundo.
“Desde la Segunda
Guerra Mundial –afirma Price– observamos que los militares
tienden a ignorar la investigación de la academia independiente en
favor de perspectivas racialmente esencializadas ad hoc, tales
como el modelo de orientación de valores de Kluckhohn (…) Los
militares reconocen sus limitaciones en la comprensión
antropológica de la cultura, pero sus propias reticencias,
incluyendo su predilección de apoyar misiones neocoloniales,
dificultan su habilidad para incorporar análisis antropológicos
rigurosos”.
No obstante, poco
importaría si los militares adoptaran los más acuciosos marcos
conceptuales de la antropología, en lugar del reduccionismo
psicológico, pletórico de estereotipos etnocéntricos que se
encuentran en toda la extensión de la Guía..., ya que la
finalidad de Estados Unidos y sus fuerzas armadas como potencia
hegemónica de los países imperialistas sería exactamente la misma:
proteger sus intereses geoestratégicos y los de sus corporaciones
trasnacionales por medio de la
intervención militar, policiaca y de inteligencia permanente en
todas las regiones del mundo; apoyar a dictadores o gobernantes
afines, formar contrapartes golpistas en sus escuelas de
contrainsurgencia, continuar especializando a los ejércitos
nacionales como fuerzas de ocupación a su servicio y en el control
de insurgencias y disidencias de todo tipo; torturar, desaparecer,
secuestrar, ejecutar, infiltrar, cooptar en operaciones
transculturales de terrorismo global de Estado llevadas
a cabo por los rambos de las fuerzas especiales que chapucean
palabras de cortesía en español o árabe, mientras el esperanto de
sus picotas cercena cuerpos y sus armas de destrucción universal
aniquilan pueblos enteros.
El mensaje básico y
crudo de la Guía... no requiere de interpretaciones
antropológicas:
“Los asesores (de las
fuerzas especiales) deben tener en mente que su principal objetivo es
seguir la política de Estados Unidos (…) las mayores
responsabilidades incluyen el área de defensa, la contrainsurgencia,
la procuración y el empleo del apoyo de Estados Unidos (…)
mantener relación con la policía y con las agencias de inteligencia
responsables de la contra subversión (…) Asistir en el
establecimiento de un adecuado programa de seguridad para salvaguarda
contra la subversión, el espionaje y el sabotaje”.
(*)
Tomado del ensayo de Gilberto López y Rivas
“Estudiando a la contrainsurgencia de
EEUU: manuales, mentalidades y uso de la antropología”.México.2012.
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